Anjani Amladi
La COVID-19 ha planteado desafíos únicos a los niños, las familias y la comunidad médica debido a la naturaleza sin precedentes de esta enfermedad y su impacto en la vida diaria. Esta presentación abordará el síndrome de desgaste profesional en cada una de estas poblaciones y analizará las formas de abordar la ansiedad generalizada que experimentan estos grupos en el clima actual.
A medida que la pandemia de COVID-19 continúa expandiéndose en la India y en el mundo, solo una cosa es segura: el brote actual tendrá un profundo impacto no solo en la situación económica y de salud, sino también en el bienestar psicosocial de las sociedades en todas las naciones. Los impactos se sentirán de manera diferente entre los diferentes grupos de población. Entre estos, un grupo enfrentará desafíos adicionales para comprender, absorber y lidiar con los cambios que COVID-19 está trayendo a nuestro mundo: los niños. En el contexto actual de encierro y restricción de movimientos, los niños tienen acceso restringido a la socialización, el juego e incluso el contacto físico, fundamentales para su bienestar psicosocial y desarrollo. Los cierres de escuelas impiden que los niños accedan al aprendizaje y limitan sus interacciones con sus compañeros. Los niños pueden sentirse confundidos y perdidos con la situación actual, lo que genera frustración y ansiedad, que solo aumentarán con la sobreexposición a los medios masivos y sociales, especialmente entre los adolescentes. Algunos adultos pueden tener dificultades para encontrar formas de explicar y comunicarse con los niños sobre la situación actual de una manera que sea comprensible para este grupo de edad, lo que agregará frustración e inquietud. La COVID-19 también está generando nuevos factores de estrés para los padres y cuidadores, lo que puede obstaculizar su capacidad de brindar atención y permanecer conectados con sus hijos. Al ser observadores muy agudos de las personas y los entornos, los niños notarán, absorberán y reaccionarán ante el estrés de sus cuidadores y miembros de la comunidad, lo que inevitablemente afectará su bienestar. Y lo anterior es solo el comienzo. Los niveles de estrés serán exponencialmente más altos entre las familias vulnerables. Para los niños privados del cuidado parental en instituciones de cuidado infantil o en cuidados alternativos, los niños que viven en las calles o los niños migrantes y en movimiento, por ejemplo, la situación será particularmente difícil. Experiencias anteriores en emergencias de salud pública han demostrado que existe una alta probabilidad de un aumento de la violencia, incluida la violencia de género, la violencia doméstica o el castigo corporal contra los niños y las mujeres. Con las restricciones de movimiento actuales, las niñas y los niños víctimas de violencia enfrentarán obstáculos para buscar ayuda y tener acceso a sistemas de apoyo.