Rafal Al-Rawi
Históricamente, la clinicopatología (histopatología y citopatología) es una prueba que se utiliza en el diagnóstico de tumores. Esta técnica ha evolucionado desde la tinción basada en hematoxilina y eosina (H&E) hasta la inmunocitoquímica (IHC) para evaluar la histogénesis y el subtipo del tumor [1]. La mayoría de los biomarcadores tumorales son proteínas producidas tanto por células normales como cancerosas. Sin embargo, se producen a una tasa mucho mayor en las células cancerosas. Algunos biomarcadores son específicos de un tipo de cáncer, mientras que otros están asociados con más de dos sitios de cáncer. Ningún marcador tumoral único puede detectar un sitio específico de cáncer [2]. Recientemente, el perfil genómico de individuos con tumores ha mostrado mutaciones en hasta 100 genes codificados por proteínas [3]. Los biomarcadores tumorales desempeñaron un papel importante en el diagnóstico de detección del cáncer, durante la terapia de seguimiento y después de los tratamientos [4]. El desafío de la importancia futura de los biomarcadores no solo será facilitar los diagnósticos y las promesas terapéuticas, sino también fortalecer la orientación para la implementación de estrategias de prevención del cáncer, así como el desarrollo de la medicina personalizada [5].