Robert L. Woolfolk
Durante la era reciente de la medicina basada en la evidencia, el ensayo controlado aleatorio (ECA) ha sido considerado como el método más autorizado para evaluar intervenciones. La metodología se utiliza no sólo en medicina, sino también en otros campos como la economía, la educación y la agricultura. En psiquiatría y psicología clínica, los ECA se han utilizado ampliamente junto con el Manual diagnóstico y estadístico de la Asociación Estadounidense de Psiquiatría (DSM) [1]. Esta combinación de ECA y DSM ha producido un progreso algo limitado, tanto en la identificación de tratamientos eficaces como en la facilitación del progreso en una mejor comprensión de los fundamentos científicos de la intervención clínica en estos campos. Esta desafortunada circunstancia no es resultado de las limitaciones del ECA como herramienta de lógica inductiva, sino más bien de su uso con datos que no están fundamentados teóricamente ni son psicométricamente sólidos, en condiciones de fondo en las que el sesgo de publicación y el interés económico convergen para distorsionar el uso racional e imparcial del ECA. Hasta que se reduzcan los sesgos debidos a los intereses humanos y los campos de la psiquiatría y la psicología clínica estén más avanzados científicamente, el ECA tendrá una utilidad limitada.