Beatriz Suay García y María Teresa Pérez?Gracia
Clostridium difficile se considera uno de los patógenos más importantes tanto en el ámbito hospitalario como en el comunitario. Este patógeno es responsable de la mayoría de las colitis asociadas a antibióticos en los hospitales y una de las principales causas de morbilidad y mortalidad en los ancianos. La infección por Clostridium difficile (CDI) suele aparecer como resultado de una terapia con antibióticos, que altera la flora intestinal normal. La infección por Clostridium difficile se presenta de dos formas muy distintas: puede ser asintomática, en la que la persona infectada actúa como portadora, o sintomática, en la que los pacientes pueden experimentar una amplia gama de síntomas según su gravedad. Los síntomas varían desde diarrea leve hasta complicaciones graves como colitis pseudomembranosa, megacolon tóxico, perforación intestinal, sepsis y muerte. El tratamiento convencional de la CDI consiste en el tratamiento antibiótico con vancomicina o metronidazol. Sin embargo, el número de recurrencias después de utilizar estos tratamientos está creciendo exponencialmente. Se han incluido nuevas moléculas como la fidamoxicina en las pautas de tratamiento, pero aún así, los casos de CDI recurrentes siguen aumentando. Como resultado, ha surgido una nueva terapia: el trasplante de microbiota fecal (TMF). Se trata de un procedimiento en el que se recoge materia fecal, o heces, de un donante examinado, se mezcla con una solución salina u otra, se cuela y se coloca en un paciente mediante colonoscopia, endoscopia, sigmoidoscopia o enema. Su eficacia se ha demostrado constantemente estudio tras estudio, por lo que es solo cuestión de tiempo para que las organizaciones sanitarias de todo el mundo lo incluyan en las directrices para el tratamiento de la ICDr.