Lori Holleran Steiker
Recientemente, la atención se ha centrado en la epidemia de muertes por sobredosis de opioides en nuestro país. Desde el presidente y las plataformas políticas hasta los grupos comunitarios y los legisladores, la crisis está siendo iluminada y se están realizando cambios. Actualmente, todos los estados excepto cinco (AZ, KS, MO, MT, WY) han aprobado leyes diseñadas para mejorar el acceso de los laicos a la naloxona [1]. El clorhidrato de naloxona es un antagonista opioide genérico, no narcótico, que bloquea los receptores de las células cerebrales activados por los opioides. Es un fármaco de acción rápida que, cuando se administra durante una sobredosis, bloquea los efectos de los opioides en el cerebro y restablece la respiración en dos o tres minutos después de la administración. No es psicoactivo, no tiene potencial de abuso y los efectos secundarios son raros [2]. La naloxona hace que la prevención de la sobredosis de opioides sea efectiva con la respuesta inyectable o inhalable [3]. En los campus universitarios, la sobredosis ya no es "el problema de otra persona". Un estudiante de primer año de la Universidad de Texas de 19 años con un promedio de 4.0 murió de una sobredosis de opioides durante el descanso. Poco después, una sobredosis se llevó la vida de un estudiante en una residencia universitaria fuera del campus. Las cifras están aumentando y afectando profundamente a esta población. La falta de conocimiento, el estigma y la resistencia por parte de los médicos, farmacéuticos y administradores están frenando el necesario avance hacia las soluciones y este comentario sirve como un llamado a la acción, una base de evidencia y un estímulo para que las profesiones pertinentes adopten las nuevas políticas, los recursos y los avances médicos que salvan vidas, como la naloxona.