Fátima Yousef Ghethan
La pandemia de COVID-19 y la respuesta del sistema de atención médica han afectado la capacidad de la atención médica para garantizar la seguridad de los medicamentos de varias maneras. Estas incluyen desafíos asociados con la escasez de medicamentos, cambios en el flujo de trabajo de la farmacia, una base de evidencia en constante cambio asociada con el tratamiento farmacéutico de las complicaciones de COVID-19 y una disponibilidad limitada de equipo de protección personal (EPP). Los farmacéuticos son los profesionales mejor posicionados para garantizar la seguridad a través de la preparación, entrega y gestión continua de medicamentos. Sin embargo, como la mayoría de los proveedores de atención médica, el flujo de trabajo y las operaciones habituales de la farmacia se han visto muy afectados por la respuesta a COVID-19 que ha modificado los entornos físicos de atención para los farmacéuticos, lo que requiere cambios en sus flujos de trabajo. Además, los flujos de trabajo de los farmacéuticos pueden verse interrumpidos o requerir modificaciones debido al aumento de los cambios informáticos y tecnológicos asociados con el monitoreo de los suministros de medicamentos o cuando los sistemas están operando con una fuerza laboral reducida (los colegas se ven obligados a trabajar desde casa, están enfermos o pueden estar suspendidos). Por último, la redistribución del personal de atención médica a nuevas áreas y especialidades de atención puede presentar riesgos de seguridad debido a la falta de familiaridad con los flujos de trabajo y los procesos. Por ejemplo, el Instituto de Prácticas Seguras de Medicamentos compartió recientemente un estudio de caso en el que no se utilizó el código de barras para administrar medicamentos, una práctica recomendada en materia de seguridad de los medicamentos, cuando se asignó personal sanitario a una nueva área de atención al paciente. También se recomendó el uso de la automatización durante la COVID-19.